//Por Jesica Khadjoyan Unos años más tarde, Marcelo es un economista casado que está en Madrid, España por un congreso. Alicia vive en ese país con Cecilia, su hija de 5 años: allí se encuentran accidentalmente y quedan en volver a verse en una fiesta que dará Alicia en su casa. Marcelo asiste, pero Alicia no le da el lugar que él espera. Una escena imperdible: él yéndose en un taxi al aeropuerto, con el corazón roto por la indiferencia de Alicia, y escuchando por radio la noticia de que la Argentina perdió la guerra por las islas Malvinas en 1982.
La cuarta parte acontece en blanco y negro. Marcelo no está en un buen momento con su mujer. Alicia ha tenido varios intentos de suicidio y su hija planea irse a vivir nuevamente a España. Marcelo comienza a sospechar que podría llegar a ser el padre de Cecilia. Una vez que la contacta, le propone hacerse una prueba de ADN. Cecilia no quiere, pero luego termina cediendo. Comienza a tener una relación casi paternal con ella, pero a Claudia no le gusta la situación y en un ataque de celos, echa a Marcelo de la casa. Mientras, Alicia sufre una nueva crisis y la internan.
Es allí cuando ella se da cuenta de lo injusta que fue con Marcelo. Se da cuenta de que está enamorada de ese hombre y que con él podría haber sido muy feliz. En ese momento, decide volver a la estación de tren para recordar el momento en que lo conoció, sin sospechar que él estará ahí esperándola.
La música es muy funcional, triste pero acorde con las escenas más fuertes de la película. La mayoría suceden en la última parte, que resulta ser más nostálgica por el efecto en blanco y negro. El final, más que imperdible. Trata de mostrarle al espectador que -por más que a veces las personas parezcan muy diferentes-, si tienen que estar juntas, el destino los va a unir contra cualquier adversidad.









