sábado, 13 de octubre de 2007

El hombre del momento

¿En búsqueda del tiempo perdido?


Al Gore ganó el Premio Nobel de la Paz junto al Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático, del que participan más de 50 profesionales argentinos. Lejos de pasar desapercibido, el galardón ya disparó las especulaciones sobre el eterno retorno del Presidente que no fue.



El ex vicepresidente de los Estados Unidos Albert Gore ganó el Premio Nobel de la Paz por su lucha contra el recalentamiento global junto al Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, en el que participan más de 50 científicos argentinos.

Con eso bastó para que los medios estadounidenses comenzaran a profetizar el regreso más esperado por aquellos que vieron con desilusión cómo la Suprema Corte le otorgaba la Presidencia a George Walker Bush en 2000, tras una elección cuestionada como pocas en la historia.

Por ahora, Gore asegura que es muy difícil que vaya a competir en 2008. Sin embargo, para muchos es la persona indicada para el momento indicado. Los trastornos que ha generado el recalentamiento global ya se han convertido en un hecho palpable. Al mismo tiempo la “guerra contra el terrorismo” ha dejado caer su fachada y se muestra como el experimento más grotesco de los Neoconservadores.

De los actuales candidatos que se perfilan para ganar las elecciones internas del Partido Demócrata, sólo John Edwards mantiene una postura clara contra la cruzada de Bush; pero es casi imposible que consiga la nominación. Los demás, sobre todo la senadora por el estado de Nueva York Hillary Rodham Clinton, aún siguen sosteniendo que el problema es la estrategia; pero no el fin.

Esta semana, varios líderes demócratas junto a Rodham Clinton votaron en el Senado una resolución para perdirle a Bush que declare a la Guardia Revolucionaria de Irán “una organización terrorista internacional”, algo que ni siquiera los republicanos se atrevieron a hacer.

Para justificar su voto, Rodham Clinton explicó que se trata de “aplicar presión diplomática sobre Irán”, ya que la Guardia Revolucionaria “está participando activamente en el plan nuclear iraní”. Cuando las bases de su partido le reclamaron que revea su decisión para no justificar un ataque contra Irán de parte de la administración Bush, Hillary respondió que “si el Presidente cree que es necesario utilizar la fuerza contra Irán, debe perdirle autorización al Congreso”.

De todas maneras, en anteriores declaraciones, la senadora por Nueva York aseguró que “será necesario mantener un mínimo de tropas en Irak”. Con todo esto es clara cuál será la postura que asumirá si lográ ser ungida la primera presidenta mujer de los Estados Unidos.

Pensar una estrategia militar en Medio Oriente a largo plazo parece un plan descabellado a esta altura. Desde que se inició el conflicto, más de 4 mil soldados perdieron la vida. El ex comandante de la Fuerza Armadas en Irak Ricardo Sánchez rompió el silencio y atacó duramente al gobierno al considerar a Bush “un incompetente que lleva adelante una pesadilla que no tiene fin”.

Mientras la principal empresa contratista de seguridad Blackwater, que tiene a cargo “proveer a la seguridad” en Irak y Afganistán, ha visto crecer sus dividendos en forma astronómica gracias a los contratos que ha ganado sin licitación en el Departamento de Defensa, las denuncias que acumula por asesinar en sus entrenamientos a civiles iraquíes inocentes aumentan a la par.

El diputado demócrata por el estado de Maryland Elijah Cummings manifiesta que “desde la privatización de la seguridad en la década del noventa, Blackwater se ha convertido en un poder en las sombras sostenido por un ejército de mercenarios que no responden ni al gobierno de los Estados Unidos ni a ningún gobierno del mundo”.

Si el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, considerado “un héroe” tras el atentado que sufrió la ciudad en septiembre de 2001, alcanza la nominación y se convierte en el candidato a la Presidencia del Partido Republicano, el mundo deberá enfrentarse a una etapa bélica tan monstruosa y desgastante para la economía global como la Segunda Guerra Mundial.

En ese límite entre la tibia liberal moderada Hillary Rodham Clinton y un republicano que llega con el cuchillo entre los dientes se ubica Al Gore, que en esa búsqueda por recuperar el tiempo perdido es el hombre del momento para detener la “guerra contra el terror” y devolverles a los habitantes estadounidenses las libertades individuales que les han quitado en los últimos siete años en nombre de la seguridad nacional.

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